Del periodismo de moda a la corresponsalía de guerra

Colombine fue una de las primeras mujeres que comenzó como “redactor”, rompiendo todos los esquemas sociales de comienzos del siglo XX. Dejo su pueblo, su marido y lo que dirán; llevando como equipaje el amor de su única hija y la pasión por una profesión.

Fue en Rodalquilar. Un pueblo, pequeño y costero, de Almería donde nació Carmen de Burgos y Seguí en 1867. Allí la joven conoció el pensamiento socialista, aprendió a ser rebelde, a decir lo que pensaba y a seguir sus impulsos. Cuando vio la posibilidad de salir de su hogar, no dudó en casarse con Arturo Álvarez Bustos e irse a vivir con él. Fruto del matrimonio brotó una libertad limitada, unas peleas continuas y la supervivencia de su única hija, ‎María Álvarez de Burgos (Almería, 1895). Antes de ella, Carmen tuvo cuatro hijos más, todos fallecieron días después de su llegada al mundo, según narra ella en sus textos, sería “por su abandono y por mi ignorancia”.

En 1988, decidió comenzar a estudiar magisterio, a leer e ilustrarse, para conseguir nuevas metas y poder ser económicamente independiente. Tuvo que luchar contra las opiniones burlescas de su marido y, sobre todo, con la opinión mediatica. Finalmente, el matrimonio no tuvo mucho futuro y acabó en divorcio. Carmen dejó su tierra natal, huyendo de las malas palabras, para constituir una nueva vida en la gran ciudad, Madrid. Con ese paso, creo una mujer más fuerte, luchadora y emprendedora.

Una vez en la capital, en 1901, se dio cuenta de lo difícil que era ser una mujer, divorciada y madre, a principios de siglo. Pero la situación no pudo con ella y comenzó sus primeros pasos como escritora en diarios madrileños, como el Madrid Cómico, El Globo, El País o el ABC. Fue la primera vez en la historia española, donde una mujer firmó con el título de ‘redactor’. Aunque no lo hizo con su verdadero nombre, sino se creó un seudónimo: Colombine. Este nombre fue propuesto por el director del Diario Universal, Augusto Fernández de Figueroa, donde empezó publicar y comenzó a ser conocida por los lectores. A lo largo de su carrera también firmó bajo otros nombres como Gabriel Luna, Perico el de los Palotes, Honorine o Marianela.

Colombine comenzó con una columna sobre artículos relacionados con temas femeninos, sobre todo, del mundo de la moda y el textil, aunque también llegó a tratar temas controvertidos, como el divorcio y la maternidad. Esta columna tenía una periodicidad esporádica y siempre intentó tener con un tono imparcial. En 1906, se cambió de medio y emprendió una columna, fija y propia, ubicada en la primera página del Heraldo de Madrid. El nombre de la columna fue ‘Femeninas’. Los contenidos tenían una temática muy parecida a los del diario anterior: la moda y los problemas femeninos.

Tuvo tal influencia social con sus artículos, que llegó a lanzar su propia revista. En el interior de las paginas publicó todos sus textos con un formato pequeño y condensado. Nació con el nombre Revista Crítica y bajo el lema ‘libertad, arte y amor’. Carmen puso toda su ilusión y sacrificio para sacarla adelante y en menos de un mes llegó a todos los quioscos de la ciudad. “Mi labor de periodista es extensa, apasionada por todas las causas nobles. En la actualidad soy redactora del Heraldo de Madrid, colaboro en un centenar de periódicos, y dirijo Revista Crítica, fundada por mí que es la primera en tener una sección dedicada a los judíos. En sus columnas escriben con amor aquellos descendientes de los infelices que sufrieron la bárbara persecución que les arrojó de España en pasados siglos”; así describió su corta trayectoria periodística en 1911, en la novela corta Al balcón.

A Carmen se la considera una de las primeras defensoras del papel social y cultural de la mujer. Defendió en sus textos la libertad de la mujer moderna, de la ley el divorcio, del sufragio femenino; y criticó el papel de la ‘mujer perfecta’, que se educaba para el hogar y la crianza de los hijos. En su libro, La mujer moderna y sus derechos (1927), expusó todas estas posturas, evitando el término ‘feminismo extremo’: “No es la lucha de sexos, ni la enemistad con el hombre, sino que la mujer desea colaborar con él y trabajar a su lado”. Por su actitud en estos temas, tachados de un pensamiento de izquierda, otros medios la comenzaron a criticar. Una forma de burlarse de ella fue renombrándola como Colombina o Dama Roja. Estos textos describían a Carmen como marimacho, o incluso, como una mujer fría. A pesar de las críticas, ella seguía luchando por sus derechos y marco el inicio de su carrera para convertirse en una periodista conocida.

La especialización de Carmen no solo se centró en temas de mujer, sino que acabó abriéndose paso a otro campo del periodismo, donde solo había cabida para hombres: la corresponsalía de guerra. “El vecino fuerte de Camellos dispara sobre una multitud de moros que se distinguen con los anteojos, cerca de las ruinas de un pequeño poblado. Y entre los nopales vecinos se ve el fogonazo del tiro al salir. Pasa la bala silbando sobre nuestras cabezas, y no la vemos hasta que una luz de relámpago nos anuncia que ha estallado las lomas de Gurugú. Y poco segundos después ese escucha el eco de la detonación” con esas palabras Carmen escribía el verano de 1909 lo que está ocurriendo en el Rift para el diario de el Heraldo de Madrid. Consiguió así su segunda gran victoria: la primera corresponsal de guerra. Cubrió las batallas de Marruecos y la Primera Guerra Mundial desde las trincheras para después narrarlas a toda España.

Y fue en estos momentos cuando se vio cara a cara con la censura. Solo podría escribir sobre las victorias de la patria eliminando la derrota, el dolor y las víctimas. Pero el carácter de Colombine no se quedó ahí. Comenzó a escribir sin tapujos y con toda descripción de las batallas en diferentes novelas que después publicó.

Continuara compaginando sus artículos de moda con las crónicas internacionales. La única diferencia fue que comenzó a firmar los primeros textos bajo su seudónimo Colombine y los demás textos, que ella tachaba como más serios, lo haría bajo su verdadero nombre.

La escritura que Carmen tenía era muy narrativa y literaria. Por lo que al final dejó una herencia en sus crónicas con un estilo personal. Falleció a los 64 años, cuando su corazón dejó de luchar. Fue enterrada en Madrid donde pudo crecer como persona y no en su tierra natal.

A pesar del desconocimiento, Colombine dejó una huella en la historia. Su vocación periodística, que fue entendida como una acción rebelde en su tiempo, ha hecho que en España haya periodistas y corresponsales mujeres hoy en día. Consiguió grandes logros para el papel de la mujer, no solo en el ámbito de los estudios feministas, sino también en el periodismo. Hay que seguir luchando porque estas periodistas no se queden en un único texto. Ella es una auténtica pionera de la comunicación internacional. Luchadora a contracorriente de su tiempo.